Adoro las estatuas vivientes, esos actores que visten de manera especial e imitan a una estatua manteniéndose inmóviles durante tiempos larguísimos, algunos de los cuales se mueven un poco cuando los paseantes les dejan algo de dinero. Son geniales y, muchas veces, me ha quedado horas viéndolos, ya que en el centro de la Ciudad de México suele haber alguno que otro.
Los que pongo aquí son, simplemente, impresionantes, mucho mejores de los que me ha tocado conocer en persona.
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